Amar con cada cromosoma, el docu-reality de Netflix, muestra las iniciativas de un grupo de jóvenes con síndrome de Down, para encontrar pareja. Los prejuicios, la falta de información, el lugar de sus familias y la omnipresencia del amor romántico son algunos de los temas de la serie que, ante la ausencia de representaciones de personas con discapacidad en la pantalla, resulta una rara avis muy recomendable.
Los prejuicios alrededor de la discapacidad intelectual han ido en un recorrido histórico que fue de lo atroz a lo naïf. De considerarlos endemoniados, dignos de exorcismo y ocultarlos como un secreto vergonzoso, a considerarlos angelitos. El “bienintencionado” comentario de muchxs que los angelizan, esconde pena y una infantilización eterna, porque como es sabido, los ángeles no tienen sexo.
El hilo que une todo este recorrido es la ignorancia producto de la falta de información. Las campañas han hecho poco para cubrir estos agujeros, tampoco se les puede pedir que salden la falta de integración real. Nada puede suplantar el aprendizaje sobre las distintas capacidades más que la convivencia; conocerse en la esfera laboral, educativa, recreativa; es insuperable. En Argentina hay leyes de cupo para discapacidad, pero no se cumplen en ningún ámbito.
Este contexto tan empobrecido se espeja en el desierto de representaciones de las personas con síndrome de Down en cualquier tipo de pantalla. Por eso la serie Amar con cada cromosoma, no pasa inadvertida. El docu-reality de Netflix, muestra las iniciativas de un grupo de jóvenes neozelandeses con síndrome de Down, para encontrar pareja.
Teoría del encastre
Como en la mayoría de los realities de matcheo, acá también se suscribe a la idea del amor romántico de punta a punta, la edulcoración del amor para toda la vida está a la orden del día, sin contradicción discursiva de ninguno de los participantes del show (familia incluida). La estética es alegre, sin conflictos, llena de colores brillantes. Lxs participantes portan una belleza bastante hegemónica (de hecho, una de ellas es modelo), pero así y todo tienen síndrome de Down y eso hoy, es prácticamente inexistente en el universo de representaciones del amor. Aunque hay algunos pocos antecedentes, como el reality del 2016 llamado Born This Way, que se emite actualmente por Prime Video.
En las clásicas entrevistas de presentación, los y las protagonistas expresan distintos motivos por los que quieren tener una pareja, en resumen: para estar acompañadxs y conocer ese amor. En las citas son rápidxs e irreverentes, otrxs, tímidxs y románticxs, a veces hay onda y a veces no. Algunas citas terminan con intenciones de noviazgo y otras con un “¿qué tal si somos amigxs?”.
En los últimos años es frecuente escuchar que a las personas con discapacidad se las llame “personas con capacidades diferentes”. ¿Pero tenemos alguna idea de cuáles son esas diferentes capacidades que cada una puede tener?
Hace tan sólo un mes ASDRA (Asociación Síndrome de Down de la República Argentina) tuvo que salir a repudiar los dichos de Milei cuando usó la palabra mogólico como modo de insultar a Roberto Cachanosky. Y ya en 2021 le habían llamado la atención a la serie de Netflix Sky Rojo que usó la palabra mongólico para describir todo lo que había salido mal. ¿De verdad? ¿A todos los que revisaron ese guion se les pasó? ¿a esta altura del siglo? Pero bueno, luego la quitaron.
Ante estas concepciones tan generalizadas, la sola selección y visibilización de los protagonistas de Amar con cada cromosoma se torna pedagógica. Ellxs al introducirse dicen que tienen síndrome de Down y aclaran que es una condición genética y no una enfermedad. Pero tal vez ese subtítulo necesite más desarrollo.
Cuestión de cromosomas
En general las personas tienen 23 pares de cromosomas en sus células (46 total). Pero las que tienen síndrome de Down tienen uno extra en el par 21. Los cromosomas llevan nuestra información, es por eso que ellxs tienen características parecidas entre sí, como los ojos rasgados, la nariz chata, la estatura baja etc. Pero en la medida en que se parecen a sus propias familias también se diferencian entre ellxs.
Hay una tendencia a asimilarlos como un grupo homogéneo, pero hay tantas personalidades como historias de vida. En la serie se ve a Libby, que trabaja modelando, tiene un modo de hablar apocado y busca detenidamente cada palabra para expresarse. Luego de tener algunas citas con varones, durante la serie, hace una salida del clóset como lesbiana. Al contrario, Lily‑Mae es un terremoto: extrovertida, buena en los deportes y acostumbrada a luchar por la atención entre varios hermanos.
Todxs ellxs son independientes, algunos viven con sus padres y otros no. Tienen logros en lo deportivo, profesional y artístico. Carlos, de 32 años, nació en Bolivia y migró a los 10 años a Nueva Zelanda, es nadador, fotógrafo y domina 4 idiomas; hizo click con Aelinor y le escribe poemas, le manda selfies. Sus padres dicen que cuando nació, los médicos no podían asegurar que fuera a sobrevivir o pudiera desenvolverse.
Hace 30 años la desinformación médica era mayor y muchas de estas características no se conocían. Por ejemplo, el hecho de que sus paladares son ojivales y la lengua más lánguida hace la deglución y el habla más dificultosa. Sus músculos más blandos, generan que tarden más en moverse, rodar, sentarse y caminar. Lograr aprender distintas cosas, puede costarles más tiempo y esfuerzo que el promedio. Por eso cuando la madre de Carlos dice que “les ha costado mucho”, se refiere a todo el camino de acompañamiento, en un contexto más hostil que el actual.
Matcheo a matcheo
Dos que se entienden desde el inicio son Leisel y Brayden, los más jóvenes. La salida que tienen es sinérgica: hay desparramo de alegría, sinceridad y elogios. Desde el día uno quieren ponerse de novios, comer papas fritas, ir a la playa, darse besos y tener sexo. Sus padres sugieren tercerizar esta charla con una sexóloga. Ella les pregunta específicamente qué piensan qué es tener sexo y les dice que la clave es ir preguntándose el uno al otro si les gusta, cómo y cuánto. Acá, el corrimiento paternal da lugar a una clase de ESI que más de unx desearía haber tenido de adolescente.
Algunas críticas que se le hicieron al show, apuntan al protagonismo de sus padres, pero creo que aparecen en tanto están presentes. Y aunque los que buscan pareja son sus hijxs, el ejercicio de encontrar la distancia adecuada de acompañamiento, tal vez esté aún en proceso.
En el actual mar de desinformación y ausencia de diversidad en la industria del entretenimiento, el protagonismo de personas con síndrome de Down en un show liviano y de amor visibiliza que muchas búsquedas, como la del amor de pareja, son comunes a muchxs.
Fuente: Página 12