Nos olvidamos de la muerte de Fernando, de los bombardeos en medio oriente, de los incendios en Australia, de los récords de temperatura en la Antártida y de las luchas sociales en Latinoamérica.
Hoy el panorama ha cambiado, no se escucha a los hinchas del Liverpool cantando el tradicional “you never walk alone” en el mítico Anfield, ni el Madison Square Garden es testigo de las grandes peleas de boxeo que mueven miles de millones de dólares. El mundo esta parado, no podemos apreciar los saques de los tenistas ni observar a los golfistas deslumbrarnos con sus impresionantes swings. Ni siquiera los nadadores, que a veces parece que tienen escamas en su cuerpo pueden permanecer en su hábitat natural. La bola diaria de información se detuvo, no se asevera a lo lejos que Messi lleva tantos días sin hacer goles, ni se recuerda que el Manchester City no podrá participar en los siguientes dos años de competencias oficiales en Europa por incumplir el fair play financiero, tampoco rugen los motores de la Fórmula uno, ni llegan noticias de un extraño gol realizado por el mejor nueve senegalés que disputa la tercera fecha de la liga de Camerún.
El enemigo invisible nos tiene contra las cuerdas y, aunque las esperanzas de salir adelante son infinitas, la pequeña daga de tener que pasar por este momento del mundo quedará siempre clavada en el recuerdo. En años hablaremos de cuando el Planeta Tierra se paró porque un día en oriente se les ocurrió cenar una sopa de murciélago y la hecatombe que todos conocemos empezó desenfrenadamente a descontrolarse. Se contará como una simple anécdota, pero también quedará anotada en los libros de historia, por el resto de la historia.
Algún gran profesor me dijo que los periodistas somos buscadores de “por qués” y me parece que extenderlo a todas las personas en este momento no es tan descabellado. Que usemos esta simbiosis para repensarnos y buscar nuevos pensamientos que nos ayuden en el futuro. ¿Por qué el mundo atraviesa este nuevo dilema del que no puede salir? ¿Por qué nos afecta a nosotros, en nuestro tiempo de vida y no a otras generaciones? ¿Por qué se tardó en tomar medidas en el “primer mundo” pero acá, los subdesarrollados tercermundistas atacamos el problema de entrada? (en definitiva, no somos tan pobres de ideas como nos quieren hacer ver desde el hemisferio norte) ¿Es un nuevo cambio de paradigma como lo fue la caída de Constantinopla, del Muro de Berlín o de las Torres Gemelas? ¿Inicia la era de la guerra bacteriológica y dejamos atrás las amenazas nucleares? ¿Será la forma de que haya un mundo más unido o aun será más desunido que antes?
Sin dudas el factor globalización hace que esta pandemia a la que estamos sometidos sea única en la historia. Los contadores de casos en los noticieros, las irresponsables cadenas de WhatsApp faltas de veracidad y precisión, la cobertura mundial que tiene el caso sumada a la irresponsabilidad de muchos comunicadores nos genera una continua psicosis que lejos de ayudarnos en la posibilidad de unirnos como sociedad nos expone al individualismo. Y después nos sorprendemos si vemos los supermercados vacíos o gente que no respeta la cuarentena obligatoria. La responsabilidad es de todos, sin excepciones.
Todos afirman que lo peor no llegó a nuestros pagos todavía, que el invierno será duro y que nuestro nuevo amigo se quedará entre nosotros por un tiempo largo. Que la cuarentena que debamos pasar sea para poder reconstruirnos como sociedad y no para que sea una simple historia que le contemos a nuestros descendientes dentro de algunos años. En fin, si queríamos una nueva década diferente, la tenemos, el COVID-19 no nos deja mentir.
Sebastián Vidal
@sebastianvidal4